Recordó que la noche del 9 de septiembre de 1975 estaba durmiendo con sus dos hermanos en una de las piezas del departamento familiar sobre la avenida Mitre al 600. También que un grupo de hombres armados irrumpió en la habitación, los apuntó con las armas y les gritó que dejaran de llorar. Su hermano Jorge, de cinco, pudo treparse a la parte de arriba de la cucheta donde ella estaba y se abrazaron. El más pequeño, Pablo, no pudo subir. Silvia Melián graficó así cómo vivió, a los siete años, el secuestro de su padre Jorge Melián, una de las 271 víctimas de la megacausa “Operativo Independencia”. La mujer y su madre declararon ayer en el Tribunal Oral Federal (TOF). Ambas afirmaron que el hombre (falleció en enero pasado) era comerciante y que, en el mismo operativo, habrían detenido ilegalmente a miembros de Feput, como el actual juez de la Corte René Mario Goane y el ingeniero Lucas García. Por ello, dijeron, el caso tuvo una amplia cobertura de los medios.
La Escuelita y el Chevy
Elena Martínez de Melián precisó que el secuestro de su marido se produjo a las tres de la mañana. Minutos antes habían recibido un llamado del padre de Jorge, avisándole que habían entrado a su casa, que quedaba cerca, supuestamente para robar, y que los habían golpeado a él y a su mujer. La víctima estaba cambiándose cuando el grupo tocó la puerta de los vecinos. “Cuando él quiso abrir, empujaron la puerta. Le dieron un golpe en el pecho, le ataron las manos y le vendaron los ojos. Dos o tres personas entraron al cuarto. Les pregunté qué estaban buscando. Uno me respondió que era la lucha antisubversiva”, relató.
Silvia mencionó que su padre le contó que luego de que lo subieron a un vehículo, reconoció el camino a Famaillá porque, como comerciante, viajaba constantemente. “Me dijo que estuvo en La Escuelita. Que ponían la música fuerte para que no se escucharan los llantos. Que había pasado mucho frío, tirado en el suelo. Que le pegaban patadas y que lo llamaban por un nombre. Lo interrogaron y le dijeron que su relato era coherente y que lo iban a liberar”, añadió. La víctima fue liberada cinco días después. Sufría de una úlcera en un ojo por las vendas y de neumonía, detalló su esposa. Elena hizo hincapié en un detalle. Por versiones de los vecinos pudo saber que la noche posterior a la detención, el grupo había vuelto y se habría llevado el auto Chevy verde de la familia. “Cuando estuvo en libertad y se sintió mejor, se empeñó en saber qué había pasado con su auto. Un día iba por una calle céntrica y lo vio pasar. Lo habían pintado de azul, iban dos personas con uniforme militar. Un día salió la noticia en los diarios que habían encontrado en Cebil Redondo un Chevy azul volado con explosivos con dos personas adentro, un matrimonio de apellido Palacios. Fue hasta allí y era el suyo. Pidió los restos y se los devolvieron”, subrayó.
Silvia recordó que el secuestro afectó a la familia y les dejó secuelas a sus miembros. “Este (por su declaración) es el único momento que me dará paz. Será saludable y liberador. El dolor no se irá nunca. Hubiese querido que mi padre viviera. Tenemos el deber moral de estar aquí, por los injustamente secuestrados”, concluyó.